El “incidente del Paraninfo”
D. Miguel sufrió directamente las consecuencias trágicas del desgraciado año 1936 que ensangrentó a España. Además del horror de ver y sufrir en sus amigos y próximos la brutalidad de los “hunos y de los hotros” se encontraba muy solo pues añoraba intensamente a su esposa fallecida, estaba muy preocupado por la suerte de sus hijos que habían quedado en Madrid y por acuciantes problemas económicos.
Son numerosas las versiones que se han elaborado sobre lo que aconteció durante el “Incidente del Paraninfo”. La versión que se ha dado en llamar “canónica” es la que procede de un artículo de Luis Portillo en la revista Horizon de Londres1. Esa versión es la que después hicieron popular varios escritores que la recogieron en sus obras, como Hugh Thomas en su Historia de la Guerra de España y Carlos Rojas o Ricardo de la Cierva en sus biografías de Unamuno. Sin embargo, otros biógrafos como Emilio Salcedo2 o el matrimonio Rabaté3,4,5 han ofrecido diferentes relatos de lo acontecido. Severiano Delgado6 ha llegado a la conclusión de que el artículo de Portillo fue puramente propagandístico. Según Portillo, Millán-Astray pronunció un encendido discurso ensalzando la guerra y los valores militares, a lo que Unamuno contestó con otro discurso no menos lírico (“este es el templo de la inteligencia y yo soy su sumo sacerdote…”) y además audaz, llamando inválido al general. Pero Delgado asegura que todo ello fue una invención de Portillo, cuya intención en aquel momento crítico de la II Guerra Mundial era la de confrontar la violencia de los militares con el mundo de la intelectualidad, tomando a Millán-Astray y a Unamuno como sus respectivos arquetipos y sin ninguna intención de rigor histórico.
Una idea más aproximada de lo que ocurrió en el Paraninfo se puede extraer de los testimonios que han dejado algunos testigos presenciales como José Pérez-López Villamil7, Eugenio Vegas-Latapie8 y José Mª Pemán9. Incluso el propio Millán-Astray dejó un informe de lo ocurrido que resulta interesante de consultar10.
Era el 12 de octubre y se celebraba el día de la Raza (o de la Hispanidad, según Unamuno y otros preferían). Hay un acuerdo casi general sobre lo que ocurrió en la primera parte del acto en el Paraninfo de la Universidad. Presidía la mesa D. Miguel, que tenía la representación de Franco. Le acompañaban el cardenal Plá y Deniel y el general Millán-Astray como se confirma en la única mediocre fotografía que se ha publicado de aquel acto (fig. 1). Dña. Carmen Polo llegó tarde y, al parecer, Pemán le cedió su puesto en la mesa. Los cuatro oradores previstos en el programa, José María Ramos y Loscertales, Vicente Beltrán de Heredia, Francisco Maldonado de Guevara y José Mª Pemán, hicieron sus discursos en el modo esperado, ensalzando las glorias de la patria, el imperio, la raza, etc. Maldonado, además, hizo alusiones a la guerra internacional que se estaba llevando a cabo en España en defensa de la civilización cristiana, contra los antipatriotas, los separatistas vascos y catalanes, etc. Entonces, D. Miguel sacó del bolsillo una carta, que en demanda de gracia le habían dado para hacerla llegar a Franco, y en su dorso escribió, junto a los nombres de los oradores, una serie de palabras o frases (fig. 2) que fueron la base del pequeño discurso que pronunció a continuación, pero no como dijo Portillo en respuesta a Millán-Astray, puesto que este no había tomado la palabra.
Los testigos presenciales discrepan en los detalles de las palabras de Unamuno pero, en lo esencial, coinciden en que calificó a la guerra como “incivil”, entre españoles, dudando de su capacidad de defender la civilización cristiana, negó el concepto de “anti-España” referido sobre todo a vascos y catalanes, resaltó la extensión del odio entre españoles que la guerra comporta, pronunció la famosa frase “vencer no es convencer” y censuró a las mujeres salmantinas que asistieran con crucifijos y escapularios a los fusilamientos. Todo esto suponía rebatir el conjunto de los argumentos que los militares aducían para justificar la guerra y los fusilamientos, que eran como actos de expiación pues a los ajusticiados se les ofrecía la confesión y los últimos sacramentos antes de morir “cristianamente” saldadas sus culpas. Además, en los apuntes de Unamuno en la carta se puede leer “Imperialismo lengua” y “Rizal”. Según Pérez-López7, Vegas-Latapie8,y el propio Millán-Astray10, D. Miguel hizo la pirueta intelectual de asegurar que el verdadero pilar del imperio español, de la hispanidad que él quería celebrar, había sido la lengua, lo que parece justificado desde su perspectiva de lingüista y escritor. Pero para afirmarlo eligió el ejemplo menos oportuno en aquel momento, pues hizo alusión al médico y escritor filipino Rizal quien, ciertamente, teniendo el tagalo como lengua materna había hecho toda su obra poética en español. Pero no tuvo en cuenta que Rizal había sido uno de los principales impulsores intelectuales y políticos de la independencia de Filipinas en cuya guerra había participado Millán-Astray.
Y entonces fue cuando el general, sin poder contenerse, se puso en pie dando puñetazos con su única mano y “gritos arrebatados” según Pemán9 y otros testigos. Hay discrepancias si la frase que Millán-Astray pronunció a continuación fue “muera la intelectualidad” o “mueran los intelectuales” matizando en seguida “los intelectuales traidores” que fue recibida con una ovación. Sea como fuere, los testigos describen que se levantó un “tumulto”, un “ maremágnum”, en el que se oyó ruido de amartillamiento de armas. Millán-Astray ordenó a Unamuno que diera el brazo a Dña. Carmen y saliera con ella, aunque Pérez-López7 atribuye la iniciativa al catedrático de derecho que los cogió del brazo a los dos. Vegas-Latapie8 llega a afirmar que quizás el ir con la Sra. Polo salvara la vida a D. Miguel, quien abandonó el paraninfo entre insultos y amenazas. Según Pérez-López7 después salió el resto del Claustro “con tal susto dentro del cuerpo, con tal miedo, que éramos incapaces de articular palabra alguna… Aquello fue tremendo…”
El testimonio del propio Millán-Astray10 es relevante aunque, sin duda, sesgado. Fue una especie de informe interno probablemente dirigido al Caudillo, cuyo título comienza significativamente como “Conducta observada por D. Miguel de Unamuno…” y se conserva en su archivo personal según su biógrafo Togores10. En él, el general le envíó varios dardos envenenados a Unamuno. Empezó por señalar que D. Miguel había estado descortés con Dña. Carmen no saliendo a recibirla, lo que sin duda tomaría en cuenta Franco, obviando que la Sra. llegó tarde cuando la mesa presidencial ya se había formado. Después resaltó que Unamuno indicó en la apertura del acto que él ostentaba la representación del “Jefe de Gobierno del Estado” y no del “Jefe del Estado” y ahí ya le dolía más a Franco después de lo mucho que había intrigado y trabajado con su hermano Nicolás para conseguir de sus compañeros generales en la Junta Militar todos los poderes del estado. Y, por último, recogió las palabras pronunciadas por Unamuno referentes a que “…no hay anti-Patria lo que quiere decir que los rojos no eran antipatriotas, …un canto a Vasconia y Cataluña regiones separatistas, …una cosa es vencer y otra convencer… esa insidia que quiere decir que con las armas no se gana la razón, …la protesta por la asistencia de las Sras. a los fusilamientos… y la alusión a Rizal… ejemplo de la conspiración de comunistas ruso-soviéticos-judío-masones” un compendio de lo que, sin duda, Franco tomaría como una enmienda total a sus argumentos a favor de la sublevación y la guerra.
Añadió Millán-Astray cosas que nadie oyó. Que él pidió la palabra para hablar y no se le concedió y que, entonces, a pesar de su indignación, pronunció un pequeño discurso dirigido a los estudiantes –que en realidad no estaban presentes en gran número- para que “Cuando volváis purificados de la guerra… tened mucho cuidado con los hombres sutiles y engañosos que con palabras rebuscadas y falsas llevarán el veneno a vuestras almas.” Hombre astuto, que sin duda esperaba que este testimonio suyo fuera criticado porque nadie más menciona semejante parlamento, añadió a continuación: “No recuerdo exactamente mis palabras, pero el concepto fue este”. Terminó Millán-Astray señalando que fue él quien ordenó a Unamuno dar el brazo a Dña. Carmen y que ese gesto, y el ir él mismo detrás, le pudo salvar la vida ante los falangistas violentos. Aún añadió el general otro supuesto testimonio muy corrosivo contra Unamuno. Aseguró que D. Miguel se encontró a la salida del Paraninfo con el médico y periodista Victor Ruiz Albéniz (su pseudónimo era Tubib Arrubi) y que a su pregunta sobre lo sucedido le contestó “…que llevaba dos bombas guardadas, las he tirado y han estallado” dando a entender que Unamuno llevaba ya preparada al Paraninfo una intención provocadora.
Se ha producido en los últimos años una corriente de opinión “revisionista” de lo sucedido en el Paraninfo, negando que hubiera ninguna confrontación entre Unamuno y Millán-Astray. Uno de los apoyos a tal idea es el descubrimiento de una segunda fotografía a la salida del Paraninfo (fig. 3). En ella se observa a Dña Carmen entrando en el coche y a Millán-Astray despidiéndose de D. Miguel y del cardenal en actitud aparentemente amigable, con algunos de los presentes brazos en alto. En la primera foto conocida anteriormente y que en realidad está tomada unos segundos después (fig. 4) se observa que Millan Astray ya ha subido al coche, que está rodeado de sus escoltas, y que todos los brazos en alto se han vuelto hacia él. Esto ha propiciado la interpretación de la primera foto (fig. 3) como una amable despedida del general a D. Miguel y que los gritos de los falangistas no eran de repulsa a Unamuno sino de apoyo a Millan Astray. Es posible que la despedida fuera cortés, pero los testimonios de los testigos del acto antes mencionados no dejan lugar a duda de que el encontronazo en el Paraninfo fue muy violento con un fuerte rechazo hacia Unamuno5. Existe, también, el testimonio del propio D. Miguel que le dijo en una carta a Quintín de la Torre unos días después del incidente: “¡Hubiera usted oído aullar a esos dementes de falangistas azuzados por ese grotesco y loco histrión que es Millán-Astray”.
La crisis final de D. Miguel
El incidente del Paraninfo tuvo muy graves consecuencias para Unamuno. La primera es que fue abucheado aquella misma tarde en el café Novelty donde tenía su tertulia desde hacía años y se le sugirió que no volviera. Además recibió recomendaciones u órdenes –en eso no hay acuerdo-, oficiales y a través de su familia, para que no saliera de su domicilio. Un comisario le vigilaba, aunque el testimonio de D. Miguel fue que no hacía falta pues no pensaba ya salir de su casa. El ayuntamiento le retiró su nombramiento de concejal y de alcalde honorario. La peor noticia, y que le dolió mucho, fue que sus propios compañeros de claustro votaron la propuesta, que cursada por conducto reglamentario fue firmada luego por Franco, de que fuera destituido del rectorado.
Con todo ello, Unamuno envejeció mucho y rápidamente. Nikos Kazantzakis, uno de los muchos periodistas o escritores a los que recibió en las semanas siguientes al acto del Paraninfo, que lo conocía y admiraba profundamente, vino a España como corresponsal para intentar entender aquella guerra terrible. Y fue directamente a Salamanca porque pensaba que Unamuno era quien mejor se lo podía explicar. Y dejó este testimonio tremendo de su encuentro el 21 de octubre en el domicilio del rector: “Cuando la puerta se abre veo a Unamuno súbitamente envejecido, literalmente hundido y ya encorvado por la edad”.
No es aventurado imaginar que la crisis y el estrés del incidente del Paraninfo y sus consecuencias pudieron acelerar la muerte súbita, probablemente cardíaca, de Unamuno el 31 de diciembre mientras charlaba con Bartolomé Aragón, uno de sus discípulos quien, al parecer, tuvo el detalle de ir a visitarle sin lucir el uniforme falangista. En el entierro de D. Miguel se produjeron otras varias de las muy notables paradojas y contradicciones de su vida. Su féretro fue llevado a hombros por falangistas, quizás los mismos que le abuchearon en el Paraninfo, pero que lo cubrieron con su propia bandera. Los catedráticos que acababan de reprobarlo pusieron la muceta o el birrete de rector encima del féretro y llevaron sus cintas. Y en la lápida del nicho se grabó por expreso deseo de Unamuno un epitafio en el que pide a Dios que lo acoja en su seno, algo totalmente contradictorio con la decisión ulterior de la Iglesia Católica de calificarlo como “hereje máximo” y “maestro de herejes” enviando sus obras al Índice de Libros Prohibidos.
Méteme, Padre Eterno, en tu pecho
misterioso hogar
dormiré allí pues vengo deshecho
del duro bregar.
Bibliografía
Portillo L. “Unamuno’s Last Lecture”. Horizon 1941 (Dec.) p. 394-400
Salcedo E. La vida de Miguel de Unamuno. Salamanca: Ed.Anaya; 1964.
Rabaté JC, Rabaté C. En el torbellino. Unamuno en la guerra civil. Madrid, Marcial Pons, Ediciones de Historia, 2018.
Rabaté C, Rabaté JC. Miguel de Unamuno (1864-1936). Convencer hasta la muerte. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2019.
Rabaté C, Rabaté JC. Enfrentamiento en el paraninfo: Unamuno, “fulminado”. elpais.com/cultura/2018/05/26/actualidad/1527331721_207393.amp.html (4,noviembre,2019)
Delgado S. Arqueología de un mito: el acto del 12 de octubre en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. gredos.usal.es/bitstream/handle/10366/137592/Arqueolog%C3%ADa%20de%20un%20mito.pdf (4,noviembre,2019)
Angosto Saura T. D. José Pérez-López Villamil o la pasión por el recuerdo. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 1985;5:484-492.
Vegas-Latapie E. Memorias políticas (II): 1936-1938: Los caminos del desengaño. Madrid : Tebas, 1987. Capítulo 24: “La última lección de Unamuno”, p. 107-114.
Pemán JM. La verdad de aquel día. ABC, 26.Nov.1964, p 3. hemeroteca.abc.es/nav/Navigate.exe/hemeroteca/madrid/abc/1964/11/26/003.html (4,noviembre,2019)
10. Togores LE. Millán Astray Legionario. Madrid, La Esfera de los Libros, 2003. www.maalla.es/Libros/Millan%20Astray%20Legionario.pdf (4,noviembre
Pies de figura
Figura 1. Mesa presidencial del acto del 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca. Se reconoce bien a Dña. Carmen Polo, a Unamuno y a Millán-Astray. El de la izquierda de D. Miguel debe ser el cardenal Plá y Deniel
Figura 2. Reproducción de las notas que Unamuno escribió en el reverso de una carta cuyos renglones se adivinan, antes de tomar la palabra en el acto del Paraninfo. Se leen claramente a la izquierda “imperialismo” y “Rizal” que fueron, al parecer, los detonantes de la furia de Millán-Astray.
Figura 3. Fotografía tomada al término del acto del Paraninfo. Dña. Carmen está a punto de entrar en el coche. La despedida es aparentemente cordial entre el general Millán-Astray, D. Miguel y el cardenal Plá y Deniel. Los brazos en alto de los presentes parecen indicar una actitud de repulsa hacia Unamuno.
Figura 4. Fotografía tomada unos segundos más tarde de la anterior. En ella el general Millán-Astray ha subido también al coche pero no parece que lo haga D. Miguel lo que contradice las versiones en las que fue Dña. Carmen la que llevó en su coche a Unamuno hasta su domicilio. En esta fotografía los brazos en alto y los gritos, se supone que de exaltación, se dirigen hacia el coche del general.