Cambios de conducta en enfermedades neurológicas

The distinction between diseases of ‘brain’ and ‘mind’, between

‘neurological’ problems and ‘psychological’ or ‘psychiatric’ ones, is an

unfortunate cultural inheritance that permeates society and

medicine. It reflects a basic ignorance of the relation between brain

and mind. Diseases of the brain are seen as tragedies visited on

people who cannot be blamed for their condition, while diseases of

the mind, especially those that affect conduct and emotion, are seen

as social inconveniences for which sufferers have much to answer.

Individuals are to be blamed for their character flaws, defective

emotional modulation, and so on; lack of willpower is supposed to be

the primary problem.

 

(La distinción entre enfermedades de “cerebro” y “mente”, entre los problemas “neurológicos” y “psicológicos” o “psiquiátricos” son una herencia cultural desafortunada que impregna la sociedad y la medicina. Refleja una ignorancia básica de la relación entre el cerebro y la mente. Las enfermedades del cerebro se ven como tragedias que ocurren en personas que no pueden ser culpadas por su condición, mientras que las enfermedades de la mente, especialmente aquellos que afectan a la conducta y a la emoción, se perciben como inconvenientes sociales de los cuales los enfermos son responsables. Se culpa a los individuos por sus defectos de carácter, por su modulación emocional alterada, y así sucesivamente; se supone que la falta de fuerza de voluntad es el problema principal).

 António R. Damásio, El error de Descartes.

 

La clase tiene como finalidad principal comprender la complejidad de la conducta humana, resultado de la actividad cerebral y como puede verse alterada de formas muy diferentes debido a lesiones que alteran los circuitos que regulan la conducta.

La conducta humana puede definirse como el conjunto de actos exhibidos por el ser humano. Lo podemos considerar sinónimo de comportamiento y es la manera de proceder que tienen las personas en relación con su entorno o mundo de estímulos. La psicología se ocupa de su estudio. La conducta se aprende en gran parte por imitación y está influida por normas sociales, aspectos genéticos y culturales. Puede ser consciente o inconsciente, voluntaria o involuntaria según las circunstancias que la afecten. La conducta está relacionada con la estructura de la personalidad y condicionada por aspectos racionales y emocionales. La conciencia ejerce un control escaso en nuestra conducta y en diferentes momentos podemos mostrar conductas diferentes, como consecuencia de la edad, pero también por los condicionantes sociales del momento.

La neurología es la ciencia que se ocupa de las enfermedades del sistema nervioso y muscular. Las enfermedades psiquiátricas también son enfermedades del sistema nervioso, y en concreto del cerebro, generalmente manifestadas por cambios conductuales, del ánimo o de la ideación, en ausencia de una neuropatología manifiesta. La división de las enfermedades neurológicas y psiquiátricas no es siempre neta y precisa, y muchas veces la separación es por hábitos y tradición. La conducta alterada se debe a cambios cerebrales y fundamentalmente de la corteza frontal.

El síndrome de Gilles de la Tourette es una condición en gran parte hereditaria, que ocurre preferentemente en varones (las mujeres de las familias afectadas suelen tener frecuentemente trastorno obsesivo compulsivo). Este sindrome se caracteriza por tics múltiples que aparecen en la infancia, son oscilantes y persisten el resto de la vida. Pueden asociarse otros síntomas como coprolalia (emisión de palabras obscenas), copropraxia (gestos obscenos) o una variedad de conductas impulsivas.

Existen personas con mayor impulsividad en la toma de decisiones. La impulsividad anormal es un trastorno observado en muchas enfermedades que afectan al lóbulo frontal y en especial a la corteza orbito-frontal. Es también la característica principal del Trastorno de control de Impulsos (TCI). Los TCI se definen en el “Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorder” edición V (DSM-V) como la dificultad para resistir un impulso, una motivación o una tentación de llevar a cabo de manera compulsiva un acto perjudicial para la propia persona o para los demás. Se trata de trastornos complejos de la conducta caracterizados por un incremento de la impulsividad, con respuestas rápidas, repetitivas y poco planificadas ante estímulos internos y externos, desinhibidas y con escasa valoración de las consecuencias negativas tanto para el propio sujeto como para los demás.

Bajo la categoría diagnóstica de TCI en la enfermedad de Parkinson, se engloban el juego patológico, la compra compulsiva, la ingesta compulsiva y la hipersexualidad patológica. Otras conductas impulsivo-compulsivas (CIC) relacionadas incluyen el punding, definido como una intensa fascinación por actividades o movimientos sin finalidad; el hobbyismo, cuando la acción es por una actividad concreta (pintar, tocar un instrumento musical etc.); el walkabout, vagabundeo excesivo y sin rumbo; y el hoarding o trastorno por acumulación o disposofobia, que conlleva el acopio de gran número de elementos de poco o ningún valor objetivo. El Síndrome de Disregulación Dopaminérgica (SDD) se caracteriza por un uso compulsivo de la medicación dopaminérgica (mayoritariamente de tratamientos de elevada potencia y rápido efecto, como la levodopa o la apomorfina subcutánea) asemejándose a la adicción a las drogas recreativas y el TCI se sustenta en una alteración de la regulación de las vías de recompensa en la red mesocorticolímbica.

Aproximadamente el 20% de los pacientes con enfermedad de Parkinson que toman agonistas dopaminérgicos, sufren un TCI, preferentemente en varones, jóvenes y si están previamente deprimidos.

Los cambios de conducta se observan frecuentemente en pacientes que han sufrido un traumatismo craneoencefálico, o que sufren un tumor o tienen un ictus. Estos cambios son variables dependiendo del tamaño, localización y naturaleza de las lesiones, pero también del sexo, del nivel educativo y socioeconómico, así como de la personalidad previa.

Son las enfermedades neurodegenerativas, especialmente las demencias frontotemporales (DFT) y la enfermedad de Alzheimer (EA), las que ocasionan problemas conductuales más importantes.

Las DFT son un conjunto de enfermedades neurodegenerativas que afectan preferentemente la parte anterior del cerebro (lóbulos frontales y temporales). Se manifiestan o bien por cambios de conducta (la variante conductual) o por trastornos de lenguaje (afasias progresivas y demencia semántica). El espectro de las diferentes alteraciones de conducta que pueden observarse desde el inicio del cuadro clínico en la variante conductual es muy amplio, pero pueden resumirse en desinhibición, apatía, perdida de la empatía, conductas ritualistas estereotipadas, hiperoralidad con cambios de conducta alimentaria, y alteraciones de la función ejecutiva. Varios casos clínicos ilustrarán estos diferentes síntomas. Un aspecto interesante de las alteraciones conductuales por lesiones frontales es el trastorno del juicio y de la conducta moral. El caso clásico de Phineas Gage ilustra este problema.

En la EA las alteraciones de conducta son muy frecuentes y alteran la convivencia. Aunque muy variados, observamos que los pacientes se alteran, preocupan y enojan fácilmente, pierden el interés por las cosas, esconden cosas o creen que otras personas les esconden las cosas, imaginan cosas que no están ahí, tienden a deambular y salir de su hogar, caminan incesantemente de un lado a otro, muestran un comportamiento sexual inusual, menos frecuentemente golpean a otras personas y malinterpretan lo que ven o escuchan.


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